lunes, 20 de agosto de 2012

El por qué de los wargames.


La historia nos rodea. Cada año muchos novelistas, directores de cine, músicos, pintores, ilustradores e incluso poetas se acercan a los acontecimientos pasados buscando inspiración. Unos la transforman en buen fruto y otros en obras aberrantes, unos son fieles a ella y otros la manipulan a su antojo. Pero lo que es innegable es que interesa a todos, al menos si el que la trata de contar lo hace de una manera precisa a la par que entretenida, pues no son pocos los que identifican esta parte del saber con un aula rancia y un profesor arrugado intentando meter en la cabeza de los alumnos cientos de datos, poco o nada interesantes, sobre el comercio, la organización social, los tipos de cultivo, etc. Para colmo, pasando por alto los grandes pasajes, las hazañas o desdichas, y los personajes (gloriosos o infames) de cada época. En definitiva: una historia muy materialista y nada realista, pues el estudiante no se acerca al sentir o al pensar de los años estudiados. Cosa que sí lleva haciendo el arte y la literatura a lo largo de los siglos. En La Ilíada, El Cantar del Mío Cid, en las memorias de Julio César sobre las Galias, y en cientos de textos clásicos, medievales, modernos o contemporáneos, se nos cuentan traiciones, caídas y alzamientos de reinos, pasiones, y momentos clave que marcan el devenir de los pueblos. Muchos de esos momentos han ocurrido en ese eterno lugar, tan igual y a la par tan distinto, que llamamos “campo de batalla”.

Los wargames tratan de eso. Por medio de unas reglas y unos elementos que representan fuerzas bélicas, intentan simular de manera fidedigna los momentos cruciales de la historia. Desde los que abarcan la estrategia de una campaña a los que nos sumergen en la acción táctica de una batalla, todos nos ponen en el difícil papel del hombre que toma las decisiones, pudiendo alcanzar la mayor gloria o hundirse en la perdición.

Estos juegos de guerra no son algo inventado por la industria del juguete o del videojuego. Si excluimos al ajedrez, demasiado abstracto para que lo consideremos dentro de este grupo, nos podríamos remontar a 1795 para ver como Georg Vinturinus, escritor militar, desarrolla un tablero que simula Francia y Bélgica, junto con un reglamento bastante complejo que diferencia tipos de tropa, terrenos y vicisitudes varias que podrían acontecer en una batalla. Años más tarde (1824) trascendería el mero entretenimiento, ya que el teniente Von Reisswitz del Ejército Prusiano crea un sistema más complejo, dedicado al entrenamiento militar de carácter estratégico de las academias: el llamado Kriegspiel (juego de guerra). En este sistema ya vemos mapas, así como tablas de probabilidades que contemplan el azar, aunque con cierto control, que siempre está presente en la guerra. Este germen fue traspasando el terreno puramente militar, y los civiles empezaron a divertirse con un pasatiempo en donde la lógica, la sangre fría, la inteligencia, la intuición e incluso la psicología se han de combinar hábilmente para ganar.

Pero el lector todavía no se ha encontrado la respuesta que prometía este artículo en su título. Hoy en día tenemos muchos wargames, tanto en nuestras computadoras como en nuestras mesas. Nosotros nos decantamos por los que se juegan en la mesa, cara a cara. Bien sea en un tablero exagonal, bien sea en la más trabajada escenografía, con fichas de cartón o con soldados en miniatura. Lo importante es ponerse al mando de un ejército y desafiar a tu contrincante. Cambiar el curso de la historia sabiendo cual será el momento adecuado para esa carga de caballería. Conocer cada centímetro del terreno, conquistar la colina que te proporcionará ventaja, y resistir en un puente para que el enemigo no se precipité sobre tu retaguardia. Esperar con nervios el fruto de una contra ofensiva que es el todo o la nada, la vida o la muerte. Ver luego con orgullo cómo supiste leer la batalla o contemplar con horror como mandaste a tus tropas a la muerte. Mirar a los ojos a tu rival queriendo saber qué está pensando... Todo eso está en los wargames, una afición (normalmente para adultos) con la que no solo se experimentan todas las emociones antes narradas, también siembra la curiosidad en quienes lo juegan. Saber todo sobre los uniformes de tu ejército, cómo formaban, cómo luchaban, quienes fueron sus enemigos, qué batallas libraron, en qué tipo de terreno se movían, etc. es algo común y gratificante. Como gratificantes son las conversaciones con otros aficionados sobre los aspectos de una u otra fuerza.

Los wargames: algo más que una simple afición. Una manera de entender mejor la historia a base de cambiar su transcurso con nuestra inteligencia y perspicacia, fomentando debates sobre días pasados e incitando a sus aficionados a zambullirse en los capítulos del pasado. Bienvenidos.



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